En muchos sentidos, nuestra inteligencia está bastante bien establecida sin que podamos tener algo que ver con ello. La genética de la familia, nuestra dieta como niños, las vacunas, las enfermedades durante la infancia, nuestra educación en preescolar o incluso los tipos de castigo que nuestros padres eligieron podrían ser factores determinantes, y de hecho, hay estudios que relacionan todos estos factores con la capacidad intelectual que desarrollamos como adultos. Sin embargo, de la misma forma que podemos trabajar duro en el gimnasio y modificar la dieta para mejorar nuestro cuerpo, también se puede entrenar el cerebro para alcanzar rendimientos superiores a nuestro potencial intelectual inicial. En esta infografía se muestran algunas formas de hacerlo:
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